viernes, 27 de junio de 2014
No sales de mis pensamientos...
Última noche en Calatrava, llegaba el verano y no se quería ir, por muchas razones, pero una en especial. Él. No lo podía evitar. Sentía su mirada clavada en ella. Entre tanta gente, él siempre estaba cerca suya. No le conocía apenas pero sentía algo. Algo agradable. Era la típica chica soñadora esperando al príncipe azul. Hasta que apareció. Los monitores les habían mandado a las habitaciones. Después de haber hablado con las chicas y haberse acostado, era incapaz de conciliar el sueño. Todas dormían mientras ella pensaba en esos cuatro sustos. Cuatro tonterías para enamorarla. Se sentó en la cama, las ventanas estaban abiertas, pero hacia calor. Entonces miró mejor, había una sombra en las ventanas. La luna iluminaba esa silueta, que la miraba y parecía llamarla, se acercó más, y le vió. Era él. Con cuidado bajó de su litera y salió fuera. Hablaron un poco mientras se subían a las rocas, poco a poco conociéndose. Él la hacía reír como nadie. Pequeñas tonterías. Lo que siempre la enamoraba. Sabía que no tenía remedio. Que ya estaba atrapada en su red. Y le gustaba. Entre palabras y risas contenidas se fueron acercando. Un instante de silencio y él tomó la iniciativa. Le apartó el pelo de la cara mientras acercaba la suya. Ella sonreía cohibida. Cerró los ojos cuando sus labios se unieron. Sus labios suaves contra los de ella. Se dejó llevar mientras él la abrazaba y ella le pasaba los brazos por el cuello. De pie en el suelo, en pijama ambos. Sin separarse más que para respirar. El frío de la noche no podía con el calor de sus mejillas. Cuando se separaron, las miradas hablaron. Una mirada larga con cientos de sentimientos, pero con un solo significado. Un ruido les sacó de esos momentos de alegría. Un monitor se acercaba. Se escondieron juntos riéndose, y cuando se alejó el monitor, él la despidió en la puerta de su habitación. Cuando se iba a ir ella le agarró del brazo y rápidamente le besó. Un beso lento y fugaz, de despedida. Al día siguiente, él se acercó a ella y le cogió de la mano. No se separan en todo el día. Llegaba el adiós. Un adiós entre la alegría y la tristeza. Una historia inacabada. En el autobús ella pensaba en él sin parar. ¿Y él? Él pensaba en ella desde el primer instante en que la vió, con una sonrisa boba en esos suaves labios.
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