lunes, 14 de julio de 2014

Arturus y Vega

Cuenta la leyenda que una vez hubieron dos estrellas muy próximas, sin embargo, pocas veces llegaban siquiera a rozarse. Dos estrellas muy brillantes, dos estrellas nacidas para pasar la eternidad unidas. Arturus y Vega las llamaban. Pero las estrellas no podían amar, decían las leyes. Debían estar quietas, en su lugar, sin desvios, sin cambios, hasta que algún día su luz se extinguiera. Sin embargo Arturus y Vega se negaban a aceptar ese destino. Por lo que infringieron las leyes, traspasaron las barreras, dispuestos a no separarse más. Las estrellas descubrieron su osadía, y ésta fue castigada duramente. Arturus y Vega fueron separados para siempre. Sin embargo, las estrellas decidieron que Arturus y Vega podrían verse una vez al año, un día y una noche en las que las dos estrellas se unían en el centro del cielo brillando como nunca. De forma que cuando empieza a oscurecer y una estrella empieza a brillar en lo alto a vuestra derecha, mirad ese mismo lugar a vuestra izquierda, y podreis observar a Arturus y a Vega, separados para toda la eternidad, pero condenados a verse en la distancia cada dia y cada noche, con el leve consuelo de que una vez al año podrían estar juntos de nuevo, y escapar de su condena por desafiar las leyes.

viernes, 27 de junio de 2014

No sales de mis pensamientos...

Última noche en Calatrava, llegaba el verano y no se quería ir, por muchas razones, pero una en especial. Él. No lo podía evitar. Sentía su mirada clavada en ella. Entre tanta gente, él siempre estaba cerca suya. No le conocía apenas pero sentía algo. Algo agradable. Era la típica chica soñadora esperando al príncipe azul. Hasta que apareció. Los monitores les habían mandado a las habitaciones. Después de haber hablado con las chicas y haberse acostado, era incapaz de conciliar el sueño. Todas dormían mientras ella pensaba en esos cuatro sustos. Cuatro tonterías para enamorarla. Se sentó en la cama, las ventanas estaban abiertas, pero hacia calor. Entonces miró mejor, había una sombra en las ventanas. La luna iluminaba esa silueta, que la miraba y parecía llamarla, se acercó más, y le vió. Era él. Con cuidado bajó de su litera y salió fuera. Hablaron un poco mientras se subían a las rocas, poco a poco conociéndose. Él la hacía reír como nadie. Pequeñas tonterías. Lo que siempre la enamoraba. Sabía que no tenía remedio. Que ya estaba atrapada en su red. Y le gustaba. Entre palabras y risas contenidas se fueron acercando. Un instante de silencio y él tomó la iniciativa. Le apartó el pelo de la cara mientras acercaba la suya. Ella sonreía cohibida. Cerró los ojos cuando sus labios se unieron. Sus labios suaves contra los de ella. Se dejó llevar mientras él la abrazaba y ella le pasaba los brazos por el cuello. De pie en el suelo, en pijama ambos. Sin separarse más que para respirar. El frío de la noche no podía con el calor de sus mejillas. Cuando se separaron, las miradas hablaron. Una mirada larga con cientos de sentimientos, pero con un solo significado. Un ruido les sacó de esos momentos de alegría. Un monitor se acercaba. Se escondieron juntos riéndose, y cuando se alejó el monitor, él la despidió en la puerta de su habitación. Cuando se iba a ir ella le agarró del brazo y rápidamente le besó. Un beso lento y fugaz, de despedida. Al día siguiente, él se acercó a ella y le cogió de la mano. No se separan en todo el día. Llegaba el adiós. Un adiós entre la alegría y la tristeza. Una historia inacabada. En el autobús ella pensaba en él sin parar. ¿Y él? Él pensaba en ella desde el primer instante en que la vió, con una sonrisa boba en esos suaves labios.

jueves, 5 de junio de 2014

¿Y ahora que? ¿Todo acaba aquí?

 Era una tarde a su lado en el parque, una más. El ambiente era especial, el olor de la hierba fresca recién cortada, los rayos de sol de finales de verano, que hacían que pareciese más rubia aún. Estaban sentados en un banco, juntos, ella ligeramente acurrucada sobre él, adormecida por el sol. Él pasándole un brazo por los hombros. Ella no podía dejar de pensar, no podía dejar la mente en blanco. Tenía a un chico fantástico a su lado. Le quería. Pero tenía miedo, miedo a estropearlo, miedo a que saliese mal, miedo a que él no la correspondiese. Le miró, el también pensaba en sus cosas, seguramente ajeno a sus sentimientos. Una ráfaga de viento le puso la piel de gallina. Él lo notó y le dejó su chaqueta. Ella maldijo por lo bajo. Era eso, eran esos detalles simples que la gente no suele notar los que la enamoran. Eran amigos. Eso estaba bien, ¿no? Se suponía que estaba bien. Pero no lo está. Ella no lo está. Las lágrimas que tan solo ve su solitaria habitación, lágrimas que caen de unos ojos azules preciosos, dicen lo contrario, dicen que no está bien, que así nada está bien. Cuando le ve se le acelera el pulso, y una sonrisa aparece en su rostro sin poder evitarlo. No sabe si decírselo o no, él a veces la trata como si quisiese algo más, como si la quisiese a ella, pero otras es distinto, otra la trata como a una más.
-¿En qué piensas?-su dulce voz la saca de sus pensamientos bruscamente.
-En nada
-Estabas muy seria, ¿en qué pensabas?
-Ya te lo he dicho, en nada-no quería sonar tan borde, pero ya estaba dicho.
-Si tu lo dices... Anda vamos con los demás, me han dicho que están en la plaza.
No lo aguantaba más, tenía que decírselo. Le paró un segundo, le abrazó con lágrimas en los ojos y se lo dijo. Estaban muy cerca de donde habían quedado con todos. Él se quedó callado, ella quería salir corriendo, pero se mantuvo quieta. Siguieron andando sin decir una palabra hasta que llegaron con todos. Él no se acercó a ella, ella no tuvo el valor de acercarse a él.
Al llegar a casa cerró la puerta dando un fuerte golpe. No importaba. Estaba sola. Se deslizó hasta el suelo hasta que flexionó las rodillas y se echó a llorar. Único testigo, esas cuatro paredes, las mismas de siempre.
Algunos días después todo seguía igual, él no le hablaba. Ni la miraba. Ella se puso enferma. Y los días pasaron y pasarán. Un amor no se olvida en dos días, pero si se olvida.

Si es un sueño no quiero despertar

Me despierto en medio de la noche, abro los ojos, todo esta oscuro. Te miro con miedo a despertarte. Ya no tiemblas, y no tienes fiebre. Empiezo a recordar. Simplemente aparecí. Te intente ayudar. Nos besamos. Me abrazaste, no me moví, era como un sueño. Me quede dormida entre tus brazos. Como en todos mis sueños. Y tu al rato. Notaba tus manos aún abrazándome. Era... extraño. Mi primer beso. Con el chico que amo. Y ahora estoy dormida con sus brazos rodeándome. Es tan... especial. Ese beso decía muchas cosas. Ese beso no decía tengo que saber si te quiero. Ese beso decía te quiero. Claro y alto. Te quiero y llevo mucho tiempo esperándote. 
Le noto moverse, su mano se mueve y me empieza a acariciar suavemente el hombro. Con cariño y miedo. Como si yo fuese a desaparecer de un momento a otro y se quisiese aferrar a mi hasta el último segundo. Perdida en mis pensamientos no oigo como se incorpora ligeramente hasta que me susurra al oído "Te quiero, no sabes cuanto llevo esperando esto, cuanto llevo aguantando por miedo a sufrir, o a que sufrieses. Por favor no desaparezcas, si te vas ahora muero". Ahora era yo la que estaba helada, estaba temblando. Las palabras que siempre soné escuchar. "Tranquilo, estoy aquí, no me voy a ir, te quiero". Dije arrastrando las dos últimas palabras, como saboreando la última cucharada de una copa de helado o una tarde de verano a finales de agosto. No podía ser real. Todo era un sueño. Pero no era un sueño, sabía que no lo era. Al momento su boca volvía a estar junto a la mía, que sonreía, sonreía más que nunca.

¿Se puede seguir?

Una foto suya sonriendo, con su rostro pálido, ojos marrones vivos y alegres, con ese brillo especial que solo los suyos tienen, los mofletes ligeramente sonrojados, un sonrisa amplia, los labios ligeramente rosados, el pelo liso, suelto, mas o menos largo, cayéndole por los hombros y los brazos. Tenia esa mirada, esa mirada que rebosaba alegría, amor, esperanza.
No puede seguir mirándola, su recuerdo aún está presente. La echa tanto de menos. Ellos tenían un futuro juntos, lo habían superado todo. Y entonces un accidente de coche se la arrebató. La muerte vino de pronto para dejar un hueco su corazón. Sin piedad. Sin tiempo para un último adiós. Sus últimas palabras, "te quiero, en nada estoy allí". Pero no está, ya nunca estará. Y nada lo puede evitar. Han pasado 18 días, y sigue tan muerto como cuando se enteró. Como cuando la vio por última vez dos calles más allá, atrapada entre cristales. La tapicería manchada de sangre. De su sangre. 
Cierra los ojos con fuerza. No puede seguir pensando en ello o estallará. Necesita descansar un poco, si es que lo consigue.

Creemos nuestra propia historia.

Aunque seas el chico malo, yo no soy la típica mala, así que no se puede comparar, tu no eres Mario Casas, seras un malote, pero no estas tan bueno, no te cuelas en fiestas, no haces carreras en motos, no te has tirado a mil chicas así que no compares
Tu tampoco eres como Babi, no eres tan alta, ni tan lista, ni tan guapa, no tienes tanto carácter. Ninguno es igual, pero esto no es un libro. Creemos nuestra propia historia.